Rafael Jaime, triatleta invidente mexicano: “Mis manos son mis ojos y el sentido común es mi guía”
Rafael Jaime, alpinista invidente, rompe límites en el deporte y busca nuevos retos como el Ultraman y el Ártico Polar
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Rafael Jaime, ejemplo de resiliencia y superación, compartió en exclusiva con Peloteando los momentos más importantes de su trayectoria como alpinista y triatleta invidente. A través de una charla sincera, relató cómo ha logrado enfrentar desafíos extremos como el Maratón des Sables, el Ultraman o el Everest, convirtiéndose en un referente del deporte adaptado en México y América Latina.
El deporte ha sido para Rafael Jaime mucho más que una disciplina física: ha sido su herramienta para crecer, descubrirse y superar obstáculos. En esta reflexión inicial, nos habla de cómo ha transformado la adversidad en motor de vida.
“El deporte ha sido como este medio para buscar cómo seguir desarrollando de manera personal, física, mental, emocional y siempre como algo diferente. El trail running puede ser duro para alguien que no ve porque te pueden decir piedra donde en todos lados, ¿no? Entonces creo que para mí es no, si yo quiero encontrar el cómo. Y empecé a correr carreras de 50, de 100 kilómetros en la montaña y en 2017 se me había ocurrido ir al Maratón des Sables, una de estas carreras míticas para los trail de ultra distancia. Y estos 250 kilómetros no los completé. Me quedé a la mitad. Tuve muchas heridas en los pies. Estuve lidiando demasiado con dolor hasta el punto que me desmayé, abandoné y creo que ocho años después, la experiencia, la edad, otros desafíos que se van construyendo me llevaron a este 2025. Lo voy a volver a intentar”.
“Tenía un gran partner a mi lado, Gonzalo, que le mando un saludo, que fue mis ojos, mi compañero, era mi matrimonio putativo esa semana por el desierto. Y nos enfrentamos, como bien dices, a temperaturas a días con sensación térmica de 48 grados. El desierto nos regaló cosas atípicas porque estuvo lloviendo en el desierto, un viento del carajo, tormentas de arena, incluso nieve. Pero fue increíble. Para que no sepa la gente, incluso te lo cuento a ti, el Maratón des Sables es una carrera de autosuficiencia donde tú llevas tu propia comida, tú llevas los elementos con los que vas a sobrevivir toda la semana. Entonces no vas corriendo como ligero, vas corriendo… En mi caso, yo llevaba 14 kilos en la mochila. Entonces se vuelve también pesado”.
“Las dunas. Las rocas. Subir, bajar. El hecho de cómo duermes, la incomodidad. Son muchos factores los que hacen esa carrera dura. Pero también creo que es una experiencia increíble y este año lo pudimos lograr. Pudimos completar 250 kilómetros. Algo más para la historia del deporte mexicano, para mí y para el deporte con discapacidad. No es para todos, es para incentivar este México que necesita mucho el empuje al deporte, porque conlleva salud, valores, a otras cosas que estamos muy ávidos de que se impregne en la sociedad por otras circunstancias que están sucediendo en nuestro país”.

Adaptación al entorno
Rafael explicó cómo ha logrado adaptarse a los entornos más complejos y exigentes. En lugar de buscar excusas, elige descubrir soluciones. Sus manos, oídos y sentido común se convierten en herramientas de navegación en los paisajes más hostiles.
“Mis manos son mis ojos, pero es otro tema. Siempre me preguntan: ‘Rafa, ¿cómo le haces para moverte en la montaña?, ¿cómo le haces para ir al desierto y moverte en el desierto?’ Vas al lugar y te pones en esa situación y encuentras ahí las herramientas. No es como que te quedas ciego y ahí hay un manual para ciegos. Creo que esas herramientas vas y las consigues allá afuera. Sí, también debo ser franco. El hecho de haber visto 18 años hace esto más fácil porque puedo asociar lo que hay a mi alrededor. Es más, de hecho, esta dinámica de estar aquí frente a ti y ‘verte’ a los ojos, entre comillas, es parte de eso. Entonces, cuando yo estoy en este medio natural, estoy escuchando donde alguien pisó, donde puso la mano y replico los movimientos”.
“Uso uno de los sentidos que menos se usa en la vida y en el deporte, que es el sentido común. Es esta forma de asociar todos los elementos con lo que escuchas, con los que hueles, con lo que sientes, con lo que está pasando en tu entorno. Entonces, esa es la forma. Y todo esto es prueba y error, prueba y error. Justo lo decía: en 2017 lo intenté y terminé con los pies hechos garras. Fue porque me ampollé, me llagué, se me cayeron todas las uñas y el dolor era brutal. Y aprendí lo que tenía que hacer en un desierto y lo que no para salvar mis pies. Y eso fue lo que hice este año. Creo que también tantos años en la montaña me han dado esta expertise de cómo moverme sin ver con mayor eficiencia“.
Un pionero en México
Al recordar sus logros como pionero, Rafael reflexiona sobre el verdadero valor de ser ‘el primero’. Para él, se trata más de abrir caminos para otros que de alimentar el ego. Quiere que sus hazañas sirvan de inspiración duradera. “Creo que está padre. Está interesante el hecho de ser el primero, ser punta de lanza en muchas cosas en el lado del deporte. Que bien lo dices: he sido el primer triatleta mexicano ciego en la historia de México, el primero que hizo un Ironman en Latinoamérica, el único Ultraman ciego del mundo hasta el día de hoy, que justo en octubre voy a buscar mi clasificación al mundial de Ultraman en Hawaii. Esto no es por un tema de ego, no es para compartirlo y vanagloriarme de éxito, sino es como un punto de referencia”.
“Obviamente estoy escribiendo una historia que ni el mismo tiempo podrá borrar, pero es fijar un punto de referencia para los que vienen atrás, para los que quieren buscar una motivación, una inspiración y que cada quien en su arista, en su realidad, en lo que está viviendo diga: ‘si él pudo, yo también’. Porque sí se ha podido hacer. Personas, personajes, hombres, mujeres han logrado y quiero ser parte de esta historia mexicana que es un incentivo. Además, en algún momento en mi vida quiero llegar a ser ese viejito que se sientan los chamacos de la cuadra y: ‘vénganse, que les voy a contar las historias repetitivas de siempre’. Cuando hice un Ultraman, cuando trepé el Everest y todo este tipo de cosas”.
En busca de reconocimiento
Rafael no teme ser honesto: alcanzar la gloria también importa. Las medallas y logros son fruto de años de esfuerzo y sacrificio, pero no eclipsan el valor de cada experiencia vivida en el camino.
“Lo voy a decir y sería bastante falso de mi parte decirte ‘la experiencia’, porque creo que cuando ganas, cuando construyes una historia de ser el primero en algo, pues es una gratificación personal, porque también es resultado de tu esfuerzo, de cómo conseguiste los recursos, de lo que has trabajado, de las personas con las que has establecido relación, de los vínculos, de lo que has aprendido. Entonces creo que es un complemento de todo. Todas las experiencias que adquieras ahí se vuelven complementarias para tu fortalecimiento mental y emocional. Para los que vivimos aquí a ras de piso, todos los días fuera del deporte. Pero creo que también es lo otro: los lugares, el tiempo, el ser el primero en algo. Eso es resultado de tu dedicación y de tu voluntad.”
Próximos pasos
Con proyectos ambiciosos en puerta, Rafael se prepara para escribir nuevos capítulos en su historia. “En octubre me voy a hacer el Ultraman, y para quien no sepa qué es un Ultraman, es una carrera donde nadas diez kilómetros, 421 en bici y 84 corriendo en menos de 36 horas, porque voy a buscar mi calificación al mundial de Ultraman en Hawaii. Me voy a la Antártida a terminar este evento, ser el segundo ciego en el mundo que ha hecho el Seven Summits, por ejemplo. También han habido tres ciegos que han escalado el Everest, como yo. El primero fue un americano, luego un chino, y dije: ‘falta el mexicano’. Entonces estamos buscando como esto, y la intención es poder subir un 8000 sin oxígeno el próximo año, ser el primer ciego en el mundo”.
“Y voy a finalizar el próximo año porque tenemos que calendarizar a distancia. Voy a correr una carrera que se llama Ultra Arctic 6633, que es correr 640 kilómetros desde Yukón hasta el Ártico Polar. Es decir, son un promedio de 80 kilómetros diarios, lo que corres a temperaturas de -40 grados. Tienes ocho días para acabarla y vas arrastrando un trineo. Es una de las carreras más duras del mundo y quiero intentarlo”.
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